martes, 23 de junio de 2009

Uveítis en relación con la Artritis

Uveítis asociada a Artritis Crónica Juvenil sistémica

La artritis crónica juvenil (ACJ) es una enfermedad inflamatoria, poco frecuente e idiopática. Aparece en niños menores de 16 años de edad, los cuales son seronegativos para el factor reumatoide IgM.
Basándose en la forma de comienzo de la enfermedad y en la extensión de la afectación articular durante los primeros 6 meses se distinguen tres subgrupos diferentes de ACJ: pauciarticular, poliarticular y de comienzo sistémico o enfermedad de Still (1).
La forma de inicio pauciarticular supone un 60% de los casos, es más frecuente en níños y con un pico mínimo de edad al comienzo de 2 años. Se afectan cuatro o menos articulaciones, generalmente las rodillas. Un 75% de estos son anticuerpos antinucleares (ANA) positivos. La uveítis aparece en un 20% de los niños, y como factores de riesgo para presentarse está el inicio precoz de la ACJ y los hallazgos positivos de ANA y HLA-DR5.
La forma de inicio poliarticular supone un 20% de los casos, también es más frecuente en niños y su comienzo puede aparecer a todo lo largo de su infancia. La artritis afecta a 5 o más articulaciones y de forma simétrica. El 40% de los niños son ANA positivos y las uveítis aparecen en un 5% de los casos.
Por útimo la forma de inicio sistémico constituye un 20% de los casos, afecta por igual a ambos sexos, y puede aparecer a cualquier edad. Los signos sistémicos incluyen fiebre, y al menos uno de los siguientes signos: eritema maculopapular, linfadenopatías generalizadas, hepatoesplenomegalia o pericarditis. La artritis no siempre está presente desde un principio y sólo una minoría desarrolla una poliartritis progresiva posterior. El factor reumatoide, los ANA y los HLA son negativos. En este subgrupo la uveítis es muy rara.

Artículo completo en: http://www.oftalmo.com/sco/revista-12/12sco11.htm

jueves, 18 de junio de 2009

¿Por qué el tiempo es crucial?

Es fundamental la temprana detección y el correcto diagnóstico de la Artritis Reumatoide y de su eventual consecuencia en la vista, la Uveítis.

Lo más importante es no cejar en la búsqueda de soluciones, encontrar un correcto especialista suele ser lo más difícil.

El reumatólogo es el principal agente en la lucha que emprendemos contra esta afección, puesto que es él quien deberá indicar los estudios correspondientes para llevar un estricto control de nuestra enfermedad y su tratamiento general, pero somos los pacientes quienes debemos mantenernos alertas ante los síntomas y no dudar en consultar ante la aparición de la crisis.

La afección en la vista, Uveítis, que provoca la Artritis suele diagnosticarse cuando ya es tarde, puesto que muchos oftalmólogos suelen pasan por alto los síntomas y esto provoca un daño irreparable en la vista.

Es esencial tener presente que la Artritis Reumatoide
es crónica y progresiva,
por cuanto, su tiempo de evolución en nuestro organismo
sin ser tratada puede llevarnos rápidamente a:
perder nuestra movilidad, afectar órganos vitales como los pulmones, dañar nuestra piel, disminuir la visión
y modificar así drásticamente nuestra calidad de vida.

Uveítis

Definición

La Uveítis se define como la inflamación de la úvea, lámina intermedia del ojo que se encuentra entre la esclerótica y la retina, la cual aporta la mayor parte del suministro sanguíneo a la retina, y es una de las causas del ojo rojo.

Suele acompañarse con disminución de la agudeza visual, de curso lento y progresivo, dolor y sin secreciones.

Por extensión también hace referencia a cualquier tipo de inflamación del interior del ojo. Suele cursar con cierta intolerancia a la luz (guiños, deslumbramientos, etc) y requiere de un exhaustivo examen del fondo del ojo. Puede afectar a uno o ambos ojos.

Se suele clasificar en cuatro tipos: Anterior, Intermedia, Posterior y Panuveítica.

Uveítis Anterior
De dos tercios a 9 de cada 10 casos uveítis. Es una inflamación del iris del ojo, córnea y cuerpo ciliar, provocada generalmente por una enfermedad autoinmune como la Artritis Reumatoide o la espondilitis anquilosante, pero en la mayoría de los casos es por causa desconocida. Suele tratarse de casos aislados o a veces recurrentes o crónicos. Cursa con ojo rojo, conjuntiva irritada, dolor y pérdida de visión parcial.

Síntomas
  • Ojo rojo
  • Visión borrosa
  • Sensibilidad a la luz
  • Manchas que flotan
  • Dolor

Tratamiento

Se suele tratar con glucocorticoides esteroideos, de uso tópico, oral, colirios o intravascular.

Complicaciones

La uveítis, especialmente sus formas crónicas y no tratadas se ven asociadas con una alta incidencia de complicaciones que ponen en riesgo la visión, tales como:

  • Cataratas
  • Desprendimiento de retina
  • Glaucoma
  • Hemorragias intraoculares
  • Líquido en la retina (edema macular quístico)
  • Pérdida de la visión

Medicamentos Biológicos

Los Agentes Biológicos se dividen en:

Moduladores específicos de glóbulos blancos. Estos tratamientos controlan la inflamación de manera efectiva y abarcan:

  • Orencia (abatacept), aplicado bajo la piel (subcutáneo) o en una vena (intravenoso) una vez al mes. Reduce el número de células T (un tipo de glóbulo blanco).
  • Rituxan (rituximab), aplicado bajo la piel o en una vena dos veces al año. Reduce el número de células B (un tipo de glóbulo blanco).

Inhibidores del factor de necrosis tumoral (TNF). Este tipo de medicamento relativamente nuevo bloquea una proteína en el cuerpo involucrada en la producción de inflamación. Se administran directamente por vía intravenosa y comprenden:

  • Adalimumab (Humira)
  • Etanercept (Enbrel)
  • Infliximab (Remicade)

Medicamentos tradicionales

Medicamentos antirreumáticos modificadores de la enfermedad
(DMARD, por sus siglas en inglés):
Son el tratamiento actual de referencia para casos de artritis reumatoidea, además del descanso, los ejercicios de fortalecimiento y los fármacos antinflamatorios. El metotrexato (Rheumatrex) es el DMARD más comúnmente utilizado para la artritis reumatoidea. La leflunomida (Arava) se puede sustituir por el metotrexato. Estos fármacos están asociados con efectos secundarios tóxicos, así que uno necesita exámenes de sangre frecuentes cuando los esté tomando.

Medicamentos antinflamatorios:
Éstos abarcan ácido acetilsalicílico (aspirin ) y antinflamatorios no esteroides (AINES), como ibuprofeno. Aunque los AINES funcionan bien, su uso prolongado puede causar problemas estomacales, como úlceras y sangrado, y posibles problemas cardíacos. Los AINES ahora vienen con etiquetas de advertencia sobre el producto para alertar a los usuarios sobre un aumento del riesgo de eventos cardiovasculares, como ataque cardíaco o accidente cerebrovascular, y sangrado gastrointestinal.

Medicamentos antipalúdicos:
Este grupo de medicamentos abarca hidroxicloroquina (Plaquenil) y sulfasalazina (Azulfidine), por lo general, usados en combinación con metotrexato. Sin embargo, pueden pasar semanas o meses para ver algún beneficio de estos medicamentos.

Corticosteroides:
Estos medicamentos funcionan bien para reducir la hinchazón e inflamación articular. Sin embargo, debido a los efectos secundarios potenciales a largo plazo, los corticosteroides se deben tomar sólo por un corto tiempo y en dosis bajas cuando sea posible.

Inhibidores de la ciclooxigenasa-2 (COX-2):
Estos medicamentos bloquean una enzima promotora de inflamación llamada COX-2. Inicialmente se creía que este tipo de medicamentos funcionaba tan bien como los AINES tradicionales, pero con menos problemas estomacales. Sin embargo, numerosos informes de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares han llevado a la FDA a reevaluar los riesgos y beneficios de los COX-2. El celecoxib (Celebrex) aún está disponible, pero con etiquetas de fuertes advertencias y una recomendación de que sea prescrito en la dosis más baja y durante el menor tiempo posible. Hable con el médico acerca de si estos inhibidores COX-2 son apropiados para usted.

Tratamiento

No existe un tratamiento curativo para la AR; el objetivo del tratamiento es conseguir remisiones o situaciones de casi remisión de los pacientes y el mantenimiento de su capacidad funcional y de su calidad de vida.

El éxito del tratamiento de la AR depende de su diagnóstico precoz y de una terapia agresiva antes de que se produzca un deterioro funcional o un daño irreversible en las articulaciones. Inicialmente pueden usarse drogas antiinflamatorias, pero los pacientes con AR y tumefacción persistente en las articulaciones son candidatos para el tratamiento con drogas capaces de modificar el curso de la enfermedad. Entre estas drogas se incluyen el Oro intramuscular, Metotrexato, Cloroquina, Sulfasalacina, Azatioprina y D-Penicilamina.

Puede ser necesario añadir pequeñas dosis de córticoesteroides para controlar los síntomas, mantener la funcionalidad y ayudar a ralentizar la progresión de la enfermedad. Para las manifestaciones extraarticulares, pueden requerirse tratamientos con dosis elevadas de córticoesteroides y otras drogas. El ejercicio es importante para mantener la función. La aplicación de calor y frío y la protección articular pueden disminuir el dolor. El tratamiento óptimo todo a lo largo de la enfermedad, depende de un abordaje multidisciplinario de la misma, incluyendo educación del paciente y la participación de otros agentes sanitarios, incluyéndose Reumatólogos, Médicos de Atención Primaria, Enfermería, Rehabilitadores (Fisioterapeutas, Terapeutas Ocupacionales), Psicólogos y Cirujanos Ortopédicos. Los espectaculares resultados del reemplazamiento articular total (especialmente para cadera y rodilla), puede lograr que pacientes con enfermedad muy avanzada, continúen conservando movilidad y capacidad funcional.

Diagnóstico

El diagnóstico de la AR puede ser difícil ya que puede comenzar gradualmente y por síntomas muy sutiles.
Los análisis de sangre y las radiografías pueden ser normales al inicio del proceso. Los síntomas de comienzo, las articulaciones inicialmente afectas y la afección de otros órganos como los ojos, el pulmón o la piel, puede variar entre los distintos individuos. Otras artritis pueden simular las manifestaciones de la AR.

En no pocas ocasiones, la destreza y experiencia del médico, son esenciales para establecer un diagnóstico preciso y proponer el tratamiento más apropiado. Los criterios diagnósticos establecidos por el Colegio Americano de Reumatología, incluyen alguno de los siguientes:
Presencia de artritis de más de 6 semanas de duración
Rigidez articular matutina prolongada
Presencia de nódulos característicos en la piel
Erosiones articulares visibles por radiología
Positividad analítica de un anticuerpo que se conoce como factor reumatoide, si bien el 25% de los pacientes con AR nunca desarrollarán este factor y, dicho anticuerpo, puede aparecer en sujetos que no tienen AR.

Cuadro clínico. Síntomas

Esta enfermedad generalmente comienza afectando varias articulaciones simultáneamente, las más frecuentes son las de las manos, los pies, y las rodillas, con una evolución lenta y progresiva.


Clínicamente se manifiesta con dolor, hinchazón y disminución de la movilidad articular. El dolor pude ir desde una simple molestia hasta un dolor de gran intensidad. La hinchazón se produce como consecuencia de la inflamación de los tejidos adyacentes a las articulaciones y por la presencia de líquido dentro de las mismas. La movilidad está disminuida por el dolor y la tensión dentro de la articulación.


Una característica importante es la rigidez articular al despertarse por las mañanas, que puede durar más de una hora.
Las muñecas se ven afectadas con mayor frecuencia, como así también la articulación de la base de los dedos y las rodillas; le siguen en frecuencia los tobillos, los hombros, los codos, las caderas y la mandíbula.


Las deformaciones de las articulaciones afectadas, son complicaciones frecuentes, como consecuencia de la destrucción de los cartílagos y huesos que las constituyen.
La columna vertebral correspondiente al cuello es el único segmento de la misma que resulta dañado por esta patología.


La artritis reumatoide es una enfermedad que afecta predominantemente las articulaciones, pero en cualquier momento pueden aparecer manifestaciones extrarticulares, tales como fatiga, pérdida del apetito, nódulos reumatoides. Estos últimos se localizan en el tejido subcutáneo, dedos, rodillas, codos, zonas de roce de los tobillos, dorso del pie y tendones.
De consistencia firme e indoloros, los más voluminosos pueden tener varios centímetros de diámetro.


A nivel pulmonar puede producir un proceso inflamatorio y obstrucción de los bronquios.
Los músculos también pueden afectarse pudiendo llevar a la atrofia muscular.

Definición

La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad inflamatoria, progresiva, que afecta a múltiples órganos, predominantemente a las articulaciones, sobre todo de las manos y de los pies.


Es considerada una enfermedad autoinmune y se desconoce su causa. El sistema inmunitario del cuerpo normalmente combate las sustancias extrañas, como los virus. Pero en una enfermedad autoinmunitaria, el sistema inmunitario confunde o toma los tejidos sanos como sustancias extrañas y, como resultado, el cuerpo se ataca a sí mismo.


La artritis reumatoide se puede presentar a cualquier edad y las mujeres resultan afectadas con mayor frecuencia que los hombres.


La artritis reumatoide generalmente afecta a las articulaciones de ambos lados del cuerpo por igual, siendo las muñecas, los dedos de las manos, las rodillas, los pies y tobillos las partes del cuerpo más comúnmente afectadas. El curso y la gravedad de la artritis reumatoide pueden variar considerablemente. La infección, los genes y las hormonas pueden contribuir a esta enfermedad.